«Las cédulas de la materia gris del cerebro son miles de millones, como las gotas de la nube que acabo de traspasar o como los picachos nevados que cruzo uno tras otro, que me miran como enorme piezas de artillería que sin disparar me pueden echar abajo de furia, de hambre por soledad. Si la cordillera me apunta será por eso, la cordillera atrae como una mujer bella desnuda y no pudo ponerme cera en los ojos; debo ver. Estoy en una guerra contra mí por donde mire, estoy ametrallando ángeles y demonios que acometen juntos desde todos los flancos, este es un cielo minado y soy todo ojos, dos ojos con alas. Soy sólo un punto y luego existo —recordó».