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Máximo Gorki

Narraciones (1892–1924)

«Esto es Gorki, admirado por Chéjov y Tolstói, lo cual no es ni deja de ser un argumento para poder pasar un buen rato leyéndolo. Argumentos más fiables son, para concluir, las impecables traducciones de Fernando Otero y José Ignacio López Fernández» Fernando Sánchez Calvo
La publicación a principios de la década de 1890 de los primeros relatos de Maksim Gorki revelaron a un autor insólito en las letras rusas: no sólo conocía con profundidad las leyendas populares y se movía con desenvoltura en la tradición de la narración oral, sino que había recorrido la inmensidad de las estepas, de las orillas del Volga y el mar Negro, de las tierras del Cáucaso y Crimea, y convivido con una legión de vagabundos, jornaleros, delincuentes y prostitutas que hasta entonces nadie había reclamado con tanta veracidad para la literatura. Los «exhombres» (como se titula uno de sus más célebres relatos) tomaron por sorpresa la escena literaria, y sus vidas atribuladas, sus pasiones brutales y su dignidad perdida se colaron en las tramas del realismo, ofreciendo una imagen inédita de un mundo sin justicia humana en medio de una naturaleza colosal. Chéjov y Tolstói no tardaron en declarar su admiración, y a principios del siglo XX Gorki era ya, junto a ellos, el escritor más popular de su tiempo.
Este volumen de Narraciones reúne catorce de sus mejores piezas, en una selección amplia y representativa que cubre, desde el principio, los años más productivos de su carrera.
399 afgedrukte pagina’s
Oorspronkelijke uitgave
2011
Jaar van uitgave
2011
Uitgeverij
Alba Editorial
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Citaten

  • Maggie Hallerciteerde uit4 jaar geleden
    Nunca había oído una canción como ésta; ¡que el diablo me fume en pipa si miento!
  • Maggie Hallerciteerde uit4 jaar geleden
    El jan era anciano –decía el ciego–, mas tenía muchas mujeres en su harem. Y éstas amaban al anciano por el vigor y el fuego que aún conservaba y por sus caricias tiernas y apasionadas, pues las mujeres siempre amarán al hombre que sabe acariciar vigorosamente, aunque tenga el pelo cano y el rostro ajado, porque en la fuerza reside la belleza y no en la tersura de la piel ni en el rubor de las mejillas.
  • Maggie Hallerciteerde uit4 jaar geleden
    Maldita sea mi estampa! ¡Tres veces maldita! ¡Cuánta ironía había en aquello! Yo estaba, en ese tiempo, seriamente preocupado por el destino de la humanidad, soñaba con la reorganización de la estructura social, con las transformaciones políticas, leía toda clase de libros diabólicamente complicados, tan profundos que, seguramente, su sentido no estaba al alcance ni de sus propios autores... Y, al mismo tiempo, trataba por todos los medios de convertirme en un «activista de primer orden». Y resulta que me estaba dando calor con su cuerpo una mujer venal, una criatura infeliz, maltratada, acosada, sin sitio adonde ir, sin precio, a la que nunca se me habría ocurrido prestar ayuda hasta que ella me ayudó a mí, y, aunque así hubiera sido, difícilmente habría sabido cómo hacerlo.
    Ay, habría jurado que todo eso me estaba pasando en sueños, en un mal sueño, en una pesadilla...
    Pero ¡qué va!, eso era imposible, pues las gotas heladas de lluvia caían sobre mí, el pecho de aquella mujer se estrechaba contra mi cuerpo, exhalando en mi rostro su cálido aliento... que olía levemente a vodka, pero ¡era tan vivificante! El viento aullaba y gemía, la lluvia golpeaba la barca, las olas rompían, y nosotros dos, fuertemente abrazados, tiritábamos de frío. Todo eso era completamente real, y estoy convencido de que nadie ha tenido pesadillas tan atroces como aquella realidad.

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