Los hechos de Key Biscayne

Hay seres cuya superioridad es tan obvia, tan irrevocable, que sienten su pisotón como un paso más, como un paso lógico

cómo se llama ese tipo de relación: la persona no nos aprecia pero tampoco nos abandona

dar con la frase justa, la voz neutra, el mensaje que complaciese a mi receptor pero no ofendiese a mi espía. Es posible que mi primer aprendizaje de la ficción fuese

aquella edad, es cierto, lo que me parecía una opinión propia era, quizás, una voluntad ajena –la suya–, pero algo empecé a controlar, a dirigir: dominaba la fina línea al hablar con uno mientras vivía con el otro

Algunas noches, cuando bebía dos o tres copas, además de sobre mujeres se ponía a hablar sobre la muerte, sobre estar decayendo, sobre el miedo a no poder vernos crecer, y sin embargo, o quizás por eso, sus modos eran los de un muchacho recién aterrizado en la vida

es que tuviese una apariencia «falsa», sino que lo aparente tenía el mismo tono que lo real

La encaraba como a un interlocutor, aunque fuese femenino

las imágenes no deben aceptarse, a las imágenes hay que preguntarles: ¿cuándo empezaste a engañar? Y, si queda tiempo: ¿quién te enseñó

llamaba serendipity, encontrar lo que uno no sabía estar buscando, por casualidad, mientras creía buscar otra cosa. La

Un hombre como yo solo puede tener amigas