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Felisberto Hernández

Tres novelas longevas: Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Tierras de la memoria

Las tres novelas reunidas en este volumen fueron escritas entre los años 1942 y 1944, a pesar de que la última, inconclusa, fue publicada póstumamente. En esta época el autor había decidido interrumpir su carrera musical para dedicarse de lleno a la actividad literaria. Estas páginas son el resultado de aquel fuerte impulso creador, que encontró fértiles las tierras de la memoria, de donde brotaron los recuerdos de sus primeros maestros de piano, de la vida infantil y el ambiente particular de la Montevideo de principios del siglo xx. El autor realiza sobre los objetos más cotidianos y las personas de aquella época la operación de la literatura, induciéndonos a un estado parecido a la ensoñación, donde cada palabra se saborea y las metáforas son la única forma posible de la imagen. Las novelas de Felisberto parecen reconstruir una película que se hubiera visto mucho tiempo atrás, de la que no ha quedado copia, pero que él no acierta a recordar sino fragmentariamente. La obra maestra no es sin embargo la cinta sino el intento de su recuperación.
213 afgedrukte pagina’s
Oorspronkelijke uitgave
2014
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Citaten

  • Magaly Monserratciteerde uit2 jaar geleden
    Aquella misma tarde y muchas otras, yo me quedaba callado mirándolo; confundía tal vez lo de que era ciego, procediendo como si también fuera sordo; o tal vez me desconcertara verme escondido ante sus propios ojos y en plena luz del día; o era él que se escondía detrás de sus párpados; o sencillamente procedía con una naturalidad desconocida
  • Magaly Monserratciteerde uit2 jaar geleden
    Era muy linda y por lo menos me doblaba la edad. (Otro amor secreto, pero con el agravante de que teníamos demasiada confianza y después mi timidez y que ella pensaría que yo había interpretado mal la confianza.
  • Magaly Monserratciteerde uit2 jaar geleden
    Pero antes de volver a dormirme en el recuerdo, como quien se despierta un instante mientras el cuerpo se da vuelta, vi —en el viaje que hacía en ferrocarril diez años después— que el asiento de enfrente estaba vacío, y, consultando la memoria de los ojos, deduje que el Mandolión faltaba desde hacía rato y que por eso yo había tenido un recuerdo tan largo. Me levanté para sacar de mi valija unos cuadernos que había escrito cuando hacía el viaje a Chile, pues no recordaba si algunas cosas habían ocurrido en Mendoza, a la ida o a la vuelta. Mientras revisaba mi valija alguien abrió la puerta del vagón y entonces vi al Mandolión tomando mate en el coche de segunda.

    Decidí sumergirme en mis cuadernos; los revisaría con el escrúpulo con que un médico examinaría a un hombre que se va a casar. La noche anterior, cuando pensé que al salir de Montevideo tendría que cambiar de vida, había decidido investigar primero mi vida anterior; y por eso cargué toda mi historia escrita en un rincón de la valija.

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