Sucedió que un día vio Peraza en la iglesia a una joven de muy gallarda presencia, y tan bella como recatada. Enamorose de ella perdidamente el buen Galeno, y averiguada la condición de los padres de la dama, supo, no sin desconsuelo, que eran de linaje, y tan altivos como nobles. Aguijoneado por la pasión, el hijo del pechero rondó la calle de la dama, le dio músicas, siguiola por todas partes y habiéndose decidido al fin a pedir por esposa a la bella doña Juana, (que así se llamaba la joven) recibió, como debía esperarse, la más insultante repulsa.