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Kiersten White

El oscuro descenso de Elizabeth Frankenstein

Antes de conocer a los Frankenstein, Elizabeth Lavenza moría de hambre, sufría los maltratos de su cuidadora y estaba a un paso de ser expulsada a la calle. Los Frankenstein le dieron un hogar, pero a cambio de un precio muy alto: ser la amiga más íntima de su extraño hijo, Victor. En pos de volverse imprescindible, Elizabeth se convirtió en una maestra de la manipulación y el engaño, capaz de hacer cualquier cosa por sobrevivir y mantener su vida acomodada. Cualquier cosa. Especialmente cubrir las excentricidades y perversiones de su Victor. Para todos es un ángel. La luz de la vida de Victor.

SOLO ELLA CONOCE LA VERDAD SOBRE SÍ MISMA: EN SU INTERIOR ALBERGA OSCURIDAD Y NADIE, JAMÁS, PODRÁ DETENERLA. DESCUBRE ESTA NUEVA VERSIÓN DEL CLÁSICO INMORTAL DE LA MANO DE KIERSTEN WHITE, AUTORA DE HIJA DE LAS TINIEBLAS.
329 afgedrukte pagina’s
Auteursrechteigenaar
Bookwire
Oorspronkelijke uitgave
2015
Jaar van uitgave
2015
Uitgeverij
VRYA
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👍👎

Impressies

  • iandeelde een impressie2 uur geleden
    👍De moeite van het lezen waard
    💀Eng
    🔮Verborgen diepten
    🚀Verslavend

  • Lee Mujeresdeelde een impressie8 maanden geleden
    👍De moeite van het lezen waard

  • Marcela Osegueradeelde een impressie3 jaar geleden
    🙈Boeien van begin tot eind

Citaten

  • ianciteerde uiteergisteren
    Victor caminaba con rapidez, sin detenerse, como si la excursión fuera algo que debía concluirse en lugar de disfrutarse. Me reí de él. Tomé su mano y di saltos a su lado hasta que sacudió la cabeza con exasperación. Pero conseguí sacarle una sonrisa, y se volvió más animado
  • ianciteerde uit4 dagen geleden
    Nadie me respondió jamás. Ni siquiera las criaturas que se deslizaban bajo el cielo nocturno. Estaba sola.

    Hasta que conocí a Victor
  • ianciteerde uit4 dagen geleden
    Los relámpagos iluminaron mi camino mientras la lluvia me azotaba el rostro. Corrí hacia donde creí que estaba la casa, aunque mi desorientación alteraba todo sentido de dirección. Tropecé y caí. Mis manos y rodillas golpearon el suelo. Dejé que mi cabeza colgara pesadamente. Era yo quien había provocado todo esto. ¡Y luego me había quedado dormida mientras mi Justine estaba en alguna celda extraña! Tenía que llegar a ella. Ya no podía ayudar a William, pero sí a Justine. Tenía que arreglar esto de algún modo, porque una sola cosa era cierta: si no era yo, nadie lo haría.

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