La Elegida

Rómpeme el corazón. Rómpemelo mil veces, si quieres. De todos modos solo ha sido tuyo, desde el principio.

Ojalá fuera algo que pudiera atrapar en una red o guardar entre las páginas de un libro. Ojalá fuera algo que pudiera conservar y compartir con el mundo para poder decirle al universo entero: así es, esto es lo que se siente cuando te enamoras.

Si puedes hacerlo, si consigues evitar que el miedo te haga conformarte con segundas opciones, sé que como padre no podría pedir más. Vive tu vida. Sé todo lo feliz que puedas, libérate de las cosas que no importan, y lucha.

—Maxon Schreave, te quiero. Te quiero.

—Y yo te quiero a ti, America Singer. Te quiero con toda mi alma.

—En cualquier caso, no creo que me quiera. Y, aunque lo hiciera —dijo, retirando las manos para arreglarse el maquillaje—, alguien me ha recordado recientemente que no necesito un hombre para conseguir lo que quiero de la vida.

—Pues el hecho de que no quieras la corona probablemente te convierte en la mejor persona para llevarla —contestó con una sonrisa.

Creo que ya he descubierto el barranco que había de saltar, y espero encontrarte esperándome en el otro lado.

¿Cómo podía haber pensado antes de aquel momento que sabía lo que era sentirse querida?

Nada de lo que hubiera vivido se acercaba siquiera a aquella radiante sensación que me llenaba el corazón y cada centímetro de mi cuerpo con una calidez absoluta.

Le quería.
No habría podido decir por qué estaba tan convencida, pero lo sabía, con tanta seguridad como sabía mi nombre, el color del cielo o cualquier hecho escrito en un libro.

Lo importante no es cómo te sientas con respecto a tu carácter. Lo importante es lo que hagas con él