Eras un lindo niño de cinco o seis meses, rosado, gordo, gracioso; los pañales en los cuales estabas envuelto decían claramente que pertenecías a padres ricos. Entonces, eras un niño que habían robado y luego abandonado. Esto fue al menos lo que explicó el comisario.
Sus padres! ¡Ah! He cometido una tontería al creer que tenía padres que lo reclamarían algún día y que nos pagarían por haberlo criado. No fui sino un tonto, un imbécil. El que estuviera envuelto en bellos pañales con adornos no quería decir que sus padres lo buscarían. Tal vez estén muertos
La demanda se ha perdido —continuó—, nuestro dinero está perdido, yo, lisiado, ¡es una miseria! Como si eso no fuera suficiente, llego aquí y me encuentro con un niño. ¿Me explicarás por qué no has hecho lo que te dije?