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Carl Gustav Jung

Respuesta a Job

En palabras de C. G. Jung, el Libro de Job marca un hito en el largo desarrollo de un drama divino, el de un Dios presa de emociones desmesuradas y que sufre a causa de esa desmesura. Por ello reviste también especial significado para el hombre contemporáneo cada vez que este se ve asaltado por la violencia del afecto y ha de tratar de transformarla en conocimiento.

Renunciando a la fría objetividad y sin pretensiones exegéticas, sino dejando precisamente que el afecto tome la palabra, el creador de la Psicología analítica se ocupa en este ensayo de las oscuridades divinas que traslucen en el relato bíblico a fin de comprender por qué Yahvé, en su celo, abatió a Job. La lectura del Libro de Job sirve así de introducción, de manera paradigmática, a la psicología de lo inconsciente y de los arquetipos.
237 afgedrukte pagina’s
Auteursrechteigenaar
Bookwire
Oorspronkelijke uitgave
2021
Jaar van uitgave
2021
Uitgeverij
Trotta
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Impressies

  • Benjamin Melgarejo Reicheltdeelde een impressie2 jaar geleden
    👍De moeite van het lezen waard
    🔮Verborgen diepten

    Yo solo esperaba leer algo reconfortante después de una serie de decepciones vividas personalmente. Pero encontré mucho mas que eso. Sin duda un libro interesante; a ratos de lectura algo compleja, pero que se justifica por el tipo de contenidos que trata.

Citaten

  • Eduardo Espinoza Bautistaciteerde uit2 jaar geleden
    Hay también verdades anímicas, las cuales no pueden explicarse, pero tampoco demostrarse o negarse físicamente.
  • Eduardo Espinoza Bautistaciteerde uit2 jaar geleden
    para que algo sea «verdadero» ha de manifestarse o haberse manifestado como un hecho físico. Así, por ejemplo, los unos creen, como físicamente verdadero, y los otros impugnan, como físicamente imposible, que Cristo nació de una virgen.
  • Benjamin Melgarejo Reicheltciteerde uit2 jaar geleden
    Ambos, divinidad e inconsciente, conforman conceptos límite con los que se alude a contenidos transcendentales. Pero empíricamente es posible comprobar con las suficientes garantías que lo inconsciente alberga un arquetipo de la totalidad que se manifiesta de forma espontánea en sueños, etc., y que existe una tendencia independiente de la voluntad consciente a vincular los demás arquetipos con este centro. Por ello, es probable que el arquetipo de la totalidad ocupe en sí mismo una cierta posición central, la cual hace que se aproxime a la imagen de Dios. Esta semejanza se ve apoyada, muy especialmente, por el hecho de que el arquetipo genere una simbología con la que viene caracterizándose y simbolizándose a la divinidad desde hace ya mucho tiempo. Estos hechos nos permiten introducir una cierta restricción en nuestra afirmación anterior según la cual no sería posible señalar ninguna diferencia entre el concepto de Dios y el concepto de lo inconsciente. En rigor, en efecto, la imagen de Dios no coincide con lo inconsciente en cuanto tal, sino con un contenido inconsciente muy específico: el arquetipo del sí-mismo. De éste es de quien propiamente ya no podemos distinguir empíricamente la imagen de Dios. Sin duda, siempre es posible postular, de forma arbitraria, que ambas magnitudes son distintas. Pero tal cosa no nos sirve de nada; al contrario, sólo nos sirve para separar al hombre de Dios e impedir así la encarnación de este último.

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