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Jorge Larrosa

El profesor artesano

  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    Lo que quería, en definitiva, era apuntar la idea de que la relación con lo que se hace, con eso de lo que una se ocupa, no tiene que ver solo con me gusta / no me gusta, ni siquiera con una cuestión de talentos o capacidades (se me da bien / no se me da bien) sino también (quizá, sobre todo) con un modo de entender la vida y la responsabilidad con el mundo.
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    la sensación de que “la vida tiene sentido”
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    el tiempo indefinido, el tiempo que no cuenta y que no se cuenta, eso que Sennett llama “la lentitud del tiempo artesanal que permite el trabajo de la reflexión y de la imaginación, lo que resulta imposible cuando se sufren presiones para la rápida obtención de resultados”.
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    El oficio está apalabrado; el hacer está inmerso en el decir, en el contar, en el poner lo que se hace y lo que se piensa en palabras, a veces en el escribir. Ejercer un oficio supone también explorar el lenguaje propio del oficio.
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    Sentir una meta: impaciencia;
    empezar un camino: paciencia (y viva emoción).
    Peter Handke
    La experiencia, el mundo y el oficio
    (Con José Contreras, Núria Pérez de Lara y Richard Sennett)
    Un curso es algo que se hace (o que se sigue). Pero es algo, también, que uno se dispone a hacer (o a seguir). Para comenzar (a cursar) un curso hace falta una cierta disposición: hay que disponerse a comenzar, y de esa disposición depende la manera de ponerse en camino. Lo que hace el profesor cuando comienza un curso no es solo proponer un camino, sino también disponer una manera de ponerse en movimiento.
    La clase inicial la hicimos juntos el profesor Contreras y yo, y la dedicamos a una primera aproximación a los que iban a ser los asuntos del curso. Pepe iba a tratar de la investigación y yo de la docencia, y ambos íbamos a explorarlas desde la perspectiva del oficio. Lo que pretendíamos era aproximar el hacer del investigador y el del profesor a otros oficios artesanos y ver si eso podía dar a pensar alguna cosa interesante que nos permitiera, además, separarnos de algunas de las doxas contemporáneas que tienen que ver con la profesionalización, la estandarización y la mercantilización, tanto de la enseñanza como de la investigación, así como su modelado desde el punto de vista de la eficacia, del rendimiento, de los resultados y de la productividad.
    Como punto de partida usamos dos textos. El primero (que todos los estudiantes habían leído ya en otra disciplina) fue la introducción de Núria Pérez de Lara y del mismo José Contreras a su compilación titulada Investigar la experiencia educativa (1). Tomamos cinco motivos de ese texto con la intención de aproximar experiencia y oficio.
    Para empezar, la experiencia entendida como relación con el mundo en el que estamos inmersos:
    Tener experiencia de algo es, en primer lugar, estar inmersos en sucesos o actuaciones (…) que llevan consigo sus propias lecciones, su propio aprendizaje, su propio saber (…), y es condición de la experiencia estar implicados en un hacer, en una práctica, estar inmersos en el mundo que nos llega, que nos implica, que nos compromete o, a veces, que nos exige o nos impone.
    El mundo, por tanto, como lo que nos ocupa o nos preocupa, lo que nos importa, eso a lo que atendemos y que cuidamos. Pensar la experiencia, por tanto, no desde la distinción entre el sujeto y el objeto, sino desde el estar-en-el-mundo como unidad existencial primera. El oficio como un modo de estar-en-el-mundo, de responder al mundo, de revelar-mundo o de hacer-mundo. Aprender el oficio como una manera de insertarse o de iniciarse en un mundo.
    El segundo motivo fue la relación entre la experiencia, la vida y el cuerpo. La experiencia supone:
    No solo la atención a los acontecimientos (…) sino el modo en que lo vivido va entretejiéndose con la vida, componiendo una vida, formando el poso desde el cual se mira el mundo, se entienden las cosas y se orienta el actuar (…). El cuerpo es el lugar donde se inscribe cada historia singular, el lugar donde sentimientos y pensamientos se manifiestan en latidos, en palabras, en imágenes.
    La experiencia como lo que compone una forma de vida y el saber de experiencia como saber corporizado, incorporado, encarnado. El oficio no solo como trabajo u ocupación, sino como forma de vida. El oficio como repertorio de gestos, de maneras, de formas de hacer que revelan la singularidad del sujeto que lo ejerce, que lo vive, que lo encarna.
    El tercero fue el saber de experiencia como saber práctico, derivado de una relación activamente comprometida con el mundo, como:
    Una confianza no cognitiva, no discursiva, encarnada en la propia actuación (…). Un saber que poseen algunos educadores, aquellos a quienes reconocemos como maestros o maestras en su oficio.
    La experiencia como maestría en el oficio; y como una maestría que no solo se tiene como una capacidad o un saber-hacer de carácter técnico, como una competencia o como una herramienta, sino que está encarnada en la manera propia de cada uno de hacer las cosas.
    El cuarto motivo estuvo relacionado ya con lo que ocurre cuando la experiencia se pone a distancia (o cuando nos ponemos a distancia de la experiencia) y se convierte en impulso para la investigación, y tuvo que ver con la relación entre experiencia y pensamiento:
    Pensamos porque algo nos ocurre, desde las cosas que nos pasan, a partir de lo que vivimos, como consecuencia de nuestra relación con el mundo que nos rodea (…). Es la experiencia la que nos imprime la necesidad de repensar, de volver sobre las ideas que teníamos sobre las cosas, porque justamente lo que nos muestra la experiencia es la insuficiencia o la insatisfacción de nuestro anterior pensar (…). Lo que hace que la experiencia sea tal es esto: que hay que volver a pensar.
    La experiencia y la necesidad de pensar (no se piensa porque se quiere sino porque algo te hace pensar) como una cierta interrupción de nuestro modo de estar-en-el-mundo, como lo que ocurre cuando se produce un cierto desencaje en nuestros modos habituales, acostumbrados, de estar-en-el-mundo. El oficio como un vaivén entre hacer, experienciar y pensar. El oficio como lo que se hace, como lo que se sabe, pero también como lo que se piensa.
    El quinto motivo, asimismo relacionado con el investigar, tuvo que ver con el decir o escribir la experiencia:
    Si la experiencia busca ser pensada y expresada, la escritura es pasaje, puente, mediación, traducción entre vivir y pensar. Busca dar forma a lo que no está exactamente en ningún sitio sino en el “entre”, en el ir y volver (…). Por eso, escribir es hacer experiencia, no solo relatarla (…). Necesitamos palabras que sean con-sonantes con nuestra experiencia, que resuenen o sintonicen en ella, o bien que hagan que nuestra experiencia pueda ser, pueda suceder, porque nos abren dimensiones de nuestra percepción, de nuestra compresión, para ver otra cosa, para entender de otra manera (íbid, p. 82).
    No se escribe sobre la experiencia sino desde ella. El mundo no es solo algo sobre lo que hablamos, sino algo desde lo que hablamos. Es desde ahí, desde nuestro estar-en-el-mundo, que tenemos algo que aprender, algo que decir, algo que contar, algo que escribir.
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    Es desde ahí, desde nuestro estar-en-el-mundo, que tenemos algo que
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    El mundo no es solo algo sobre lo que hablamos, sino algo desde lo que hablamos.
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    Si la experiencia busca ser pensada y expresada, la escritura es pasaje, puente, mediación, traducción entre vivir y pensar. Busca dar forma a lo que no está exactamente en ningún sitio sino en el “entre”, en el ir y volver (…). Por eso, escribir es hacer experiencia, no solo relatarla (…). Necesitamos palabras que sean con-sonantes con nuestra experiencia, que resuenen o sintonicen en ella, o bien que hagan que nuestra experiencia pueda ser, pueda suceder, porque nos abren dimensiones de nuestra percepción, de nuestra compresión, para ver otra cosa, para entender de otra manera (íbid, p. 82).
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    La experiencia y la necesidad de pensar (no se piensa porque se quiere sino porque algo te hace pensar) como una cierta interrupción de nuestro modo de estar-en-el-mundo, como lo que ocurre cuando se produce un cierto desencaje en nuestros modos habituales, acostumbrados, de estar-en-el-mundo. El oficio como un vaivén entre hacer, experienciar y pensar. El oficio como lo que se hace, como lo que se sabe, pero también como lo que se piensa.
  • María Victoria Martos Pérezciteerde uit25 dagen geleden
    lo que nos muestra la experiencia es la insuficiencia o la insatisfacción de nuestro anterior pensar
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