Su cuerpo emanaba un fresco aroma seductor y, loco por esa fragancia, la inhaló como haría un hombre privado de oxígeno
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—Yo también me siento solo a veces. Me gusta estar contigo.
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«¿De verdad acaba de pasar lo que acaba de pasar?», susurró perpleja
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para entregarse en cuerpo y alma
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—Eres tan dulce... —le murmuró Simon al oído.
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O lo hacían a su manera o no lo hacían. ¿Tenía alternativa?
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—Tú. En mi cama. Una noche. Es todo lo que quiero, todo lo que necesito.
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—Simon, no puedo aprovecharme así de ti. «Que sí, que sí. Y siempre que quieras».
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Le hubiera gustado responderle que sí que la conocía, que sabía quién era desde el primer momento que la vio. Había despertado algo en él, un sentimiento franco y primitivo.