La madriguera del zorro

No es el mundo el que es cruel —dijo Neil—. Es la gente que lo habita.

Recuerda cómo te sientes ahora mismo. Ahora es cuando dejas de ser la presa.

Contemplar cómo Kevin se machacaba de madrugada, feroz y despiadado, casi consiguió que Neil lo perdonara. Kevin se exigía más a sí mismo que a cualquiera de ellos. Establecía un objetivo extremadamente alto e intentaba alcanzarlo con todas sus fuerzas, y no comprendía que todo el mundo no hiciese lo mismo.

Yo no soy nada. Siempre seré nada y nunca tendré nada

Podía ser cualquiera, en cualquier lugar del mundo, pero estaría solo hasta el día de su muerte. Nunca confiaría en nadie lo suficiente como para dejarle estar a su lado.

Cada día se despertaba y aprendía a respirar de nuevo.

la gente le gusta fingir que no existimos. Todos quieren que seamos el problema de otra persona. —Alargó la mano y tocó la tela—. No nos comprenden, así que no saben ni por dónde empezar. Se sienten abrumados y se rinden antes de haber dado el primer paso.

Crees que monté este equipo como lo hice porque pensé que sería una buena estrategia publicitaria? Lo hice para dar segundas oportunidades, Neil. Segundas, terceras, cuartas, las que sean. Siempre que tengas una más de las que te ha dado el resto.

Sonaba a sueño; sabía a perdición.

Sabía que no lo merecía, que, sin lugar a duda, no era lo bastante bueno como para jugar en aquella cancha, pero lo deseaba y lo necesitaba con tantas fuerzas que hacía que le doliera todo.