es
Guadalupe Loaeza

Compro, luego existo

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Con su agudeza y mordacidad habituales, Guadalupe Loaeza nos entrega en este libro una serie de historias tan divertidas como reveladoras. En principio, los protagonistas y las situaciones planteadas parecen meras invenciones, fantasías surgidas de la imaginación de la autora. No obstante, basta echar una mirada al México de las últimas tres décadas para percatarse de que todo lo descrito aquí forma parte de la tragicómica realidad nacional. En efecto, los hombres y las mujeres que pueblan estas páginas son los representantes de un sector social muy particular y perfectamente reconocible cuyos hábitos, actitudes y conductas se encuentran descritos con minucioso realismo. También hallamos aquí una relación pormenorizada de sus contradicciones y conflictos interiores, los cuales dan lugar a una farsa costumbrista que hará las delicias del lector y que, seguramente, molestará a quienes se identifiquen como parte de este universo.
El retrato definitivo del consumismo con todo su poder destructivo, de manos de una de las cronistas más profundas y divertidas de la sociedad mexicana moderna.
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223 afgedrukte pagina’s
Oorspronkelijke uitgave
2013
Jaar van uitgave
2013
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Citaten

  • Samiraciteerde uit2 jaar geleden
    MIAMI

    Trátese de consumo o de inversión, de juego o de atesoramiento, el dinero es una pasión. De Harpagón a Rico MacPato, del jugador al ratero, de Grandet a César Birotteau, el dinero es objeto de las fantasías más descabelladas. No se quiere el dinero únicamente por las facilidades que ofrece: “Si tuviera dinero, podría…” sino también por sí mismo, por esa peculiar brillantez que manifiesta su naturaleza de equivalente universal. Como tal, el dinero es considerado a menudo como la llave del bienestar, la antesala del poder, un medio de consideración social. Pero el medio se vuelve incluso el fin y, para mucha gente, tener dinero es simplemente “ser”.
  • b1354011596citeerde uit3 jaar geleden
    rado reuniendo una serie de vouchers. Le pidió que por favor la atendiera. El señor la miró un poquito irritado; sin embargo, le preguntó:

    -What size are you?

    Sofía nada más conocía su medida en zapatos franceses o italianos. Para ahorrarse problemas, la pidió tanto en la talla francesa como en la italiana. El vendedor la vio todavía más irritado y dio la media vuelta con el tenis rosa en la mano. “These Cubans…”, se dijo mientras se dirigía hacia la bodega. Cinco minutos más tarde ya estaba de regreso con tres cajas. Sofía se probó los tres pares pero ninguno le quedó. El señor regresó a la bodega y trajo un cuarto. Al final ésos sí le quedaron perfectamente bien. Como no eran muy caros, con rapidez Sofía pagó con un billete de cien dólares. Mientras el señor le daba su cambio, le preguntó en qué piso se encontraban las suitcases.

    -We’ll be closing in five minutes. I think you won’t have any time left. The suitcases are on the fourth floor.

    Con todo y paquetes, Sofía corrió hacia las escaleras mecánicas y, subiéndolas de

    Yvvf5ff

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