Te vendo un perro

quiso improvisar su propia libertad, para superar elegantemente una vida de dolor.

literatura de la experiencia» y que vendría a ser, en resumidas cuentas, que sólo se puede escribir sobre lo que se ha vivido, sobre lo que se conoce de primera mano. Me quedé pensando en que eso era como decir que nadie puede explicar a qué sabe un taco de perro si no lo ha comido. Si no cree haberlo comido. Si no sabe que lo ha comido. La cuestión era que todo el mundo había comido un taco de perro, aunque no lo supiera, todo el mundo sabía a qué sabía un taco de perro, aunque, de hecho, nadie creyera saberlo

Tiene todo que ver, el verdadero combatiente no puede tener amarras, ¿tú has visto, en la historia de la humanidad, a un verdadero revolucionario con esposa y escuincles? ¿Eres capaz de imaginarte a un terrorista enamorado? El amor te hace vulnerable, te hace sentir que tienes mucho que perder, te cambia las prioridades, te quita libertad, ¿le sigo?

niño, querrer hacer algo nuevo. Lo nuevo es el anhelo de lo nuevo. Lo nuevo es la necedad del niño. Ésa es la parradoja del arte. Hay que buscar lo nuevo. El que no busca no encuentra

Hablaba con una claridad asombrosa, articulando las sílabas de modo tan riguroso que las ideas que transmitía, por más estrafalarias que fueran, sonaban a evidencia. Era como si alcanzara la verdad

Tampoco habían encontrado sus cuerpos, como los de miles más por toda la ciudad. Se empezaron a organizar funerales simbólicos, sin cuerpos, sin muertos. Lo que se enterraba, si acaso, y ni siquiera eso, era nada más el recuerdo

La naturaleza herida. Manuel González Serrano. 1917-1960

Llegó la hora, la hora perfecta. Me llevas contigo de vuelta al DF y me entregas al Semefo. Al colectivo de arte, eh, no al Semefo verdadero. Vi una exposición tremenda que hicieron en Colima la semana pasada: había botes de sangre humana y retratos de cadáveres. Habla con Teresa Margolles, a ver qué se le ocurre

Eso es lo que necesitamos, taqueros que se interesen por el arte

Pues entonces dáselo a Felipe Ehrenberg