A diferencia de los lectores de hoy en día, que siguen el fluir de una narración de principio a fin, los ingleses de comienzos de la Edad Contemporánea leían a trompicones y saltando de un libro a otro. Rompían los textos en fragmentos y los recomponían, formando dibujos nuevos al pasarlos a las distintas secciones de sus cuadernos de notas. Más tarde releían lo que habían copiado y lo reordenaban, a la vez que iban añadiendo nuevos extractos.