Crítica de la víctima

el que está condenado a repetir el pasado no es quien no lo recuerda, sino quien no lo comprende.

Que nuestro tiempo guste de verse representado por una fórmula de pathos en la que se separa radicalmente el sentir del hacer es un motivo de malestar.

La víctima es irresponsable, no responde de nada, no tiene necesidad de justificarse: es el sueño de cualquier tipo de poder. En su erigirse como una identidad indiscutida, absoluta, en su reducir el ser a una propiedad que nadie pueda disputarle, realiza paródicamente la promesa imposible del individualismo propietario.

No somos lo que hacemos, sino lo que hemos padecido, lo que podemos perder, lo que nos han quitado.

He aquí el resultado inevitable: la violencia sigue estando confinada, aun cuando en outsourcing, en la periferia de las ciudades y del mundo; ahora sí es verdaderamente ciega, inhumana, imprevista, sin discurso, sin responsabilidad, amén de sin actores individuales y colectivos que no sean reconducibles a la tétrica pareja del verdugo y la víctima.

Fue más bien el siglo de las ilusiones, los espejismos, la ceguera. Solo fue verdadera la sangre derramada, y el dolor inútil de las víctimas.

Hablar es la primera forma de agency.

el que está condenado a repetir el pasado no es quien no lo recuerda, sino quien no lo comprende.

Este ensayo está dedicado a las víctimas que no quieran seguir siéndolo.

De las víctimas reales a las víctimas imaginarias, el trayecto es largo y accidentado.