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Cristina Sánchez-Andrade

El niño que comía lana

Un niño traumatizado por la desaparición de su cordero empieza a comer lana, que vomita en forma de bolas; un ama de cría sueña con emigrar a América mientras mantiene la leche utilizando a un perrito; a un marqués le proporcionan dentaduras postizas de dudosa procedencia; a un niño le extirpan las amígdalas, que acaban convertidas en trofeo; un náufrago logra sobrevivir gracias a un secreto inconfesable; una anciana toma una decisión inaudita tras la muerte de su marido; un oficinista selecciona por catálogo a una novia que al final resulta no ser la mujer con la que soñaba… Estos son algunos de los estrafalarios protagonistas de los jugosos cuentos reunidos en este volumen.
Moviéndose entre lo macabro y lo irónico, entre la fábula y el esperpento, el realismo más crudo y la fantasía más desaforada, estas historias son una excelente muestra del particular, inimitable y estimulante universo literario de Cristina Sánchez-Andrade. En ellas asoman la Galicia rural, la España profunda, los escenarios de sainete, los personajes estrambóticos y las situaciones imposibles. Aparecen la muerte, el sexo, la codicia, las ensoñaciones, los engaños y los desengaños, pero también algún que otro crimen, toques grotescos, pinceladas macabras y un humor peculiarísimo, descacharrante y a veces perturbador.
La autora, que ya dejó constancia de la potencia de su personal voz en estupendas novelas como Las Inviernas y Alguien bajo los párpados, demuestra aquí un dominio prodigioso de la distancia corta con relatos que seducen y sorprenden, llenos de giros inesperados. Cuentos deliciosamente perversos, inquietantemente divertidos, pérfidamente sugerentes.
192 afgedrukte pagina’s
Oorspronkelijke uitgave
2019
Jaar van uitgave
2019
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Impressies

  • Alicia M. Maresdeelde een impressie3 jaar geleden
    🎯De moeite waard

    El perfecto balance entre tenebroso y humor negro. Entre una sensibilidad introspectiva de todos los amores -maternos filiales sensuales y todo- y una violencia que se siente súbita pero mas bien por fin fue desenterrada.
    Me encanta que muchos cuentos estén interconectados (multiverso de Sánchez-Andrade, chi cheñol).
    Los españolismos me resultaron encantadores en vez de confusos.
    Esta mujer sabe cómo dosificar la información para volver al misterio insostenible y jalar al lector, sabe dar los golpes de gracia para rematar el núcleo emocional de sus cuentos.
    Las amígdalas de Pepín me parecieron el elemento mejor construido.

    Niños muertos, sensorialidad que remarca olores nefastos y sabores de guisos de infancia, España en dos períodos diferentes, barcos que parten, identidades que llegan, naufragios, lactancia, recuerdos, pérdidas, remordimientos y mucha mucha nostalgia.

    Fue una verdadera sorpresa y se sintió como encontrar oro en un pajar.

  • The PoemTubedeelde een impressie3 jaar geleden
    🎯De moeite waard
    🚀Verslavend

Citaten

  • Monserrat Diazciteerde uit3 jaar geleden
    arecía como si su aroma infantil a lágrimas, leche y sopa lo hubiera aproximado al mundo del animal.
    Sujetándole la cabeza, le introdujo la tetina en la boca; por fin el cordero consiguió mamar. Esto lo llenó de satisfacción: deseaba que su padre se sintiera orgulloso de él.
    Al terminar de dar de comer al cordero, miró lentamente a su alrededor: sus ojos parpadearon de codicia. Descolgó un salchichón colgado del techo y comenzó a engullirlo. Antes de terminarlo, ya estaba abriendo la alacena. Sacó pan, galletas, queso. Se llevó un puñado de frutos secos a la boca y, cuando terminó de masticarlos, abrió la nevera, sacó una botella de leche y comenzó a beber. La nuez del niño cloqueaba como un desagüe y, por las comisuras de la boca, la leche se desbordaba, bajaba a lo largo del cuello y le mojaba la camisa. Cuando se acabó la leche, tomó el queso. Después de un buen rato comiendo a dos carrillos, quedó ahíto.
    Un poco más tarde, tras engullir el último trozo de embutido que encontró por la cocina, subió a ver a su tía. Abrió la puerta de la habitación y la encontró tumbada, larga y lacia sobre la cama. La comida le pesaba en el estómago y le acometió una náusea.
  • The PoemTubeciteerde uit3 jaar geleden
    Hacían: ¡crac!, ¡crac!, y la oveja madre, mirando desde la distancia, balaba.

    Balaba babas y sangre
  • The PoemTubeciteerde uit3 jaar geleden
    Entonces se fija en el dedo. El sexto dedo le recuerda a los tallitos que despuntan del rosal que trepa por la fachada del pazo. Se queda observando la labor otro rato y luego introduce la mano en su bolso, revuelve y saca algo envuelto

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