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Marcela del Río

La cripta del espejo

En pleno auge del régimen socialista, entre 1972 y 1977, Marcela del Río estuvo como agregada cultural de la embajada de México en lo que fuera Checoslovaquia. Es a partir de esa experiencia que configura la trama de La cripta del espejo, donde se narra el desmoronamiento de una familia, de un sistema político y de un México lacerado por la masacre del 2 de octubre del 68. Mientras que el personaje masculino –embajador, padre de familia, estadista diligente— padece los embates de un sistema político rancio, de pleitesías y servilismo, son las voces periféricas y subalternas –la esposa, la empleada doméstica, el hijo rebelde— quienes cuestionan las estructuras hegemónicas y, desde su trinchera particular, intentan derribarlas. Lo personal es político. En palabras de Lola Horner, «La cripta del espejo no es solo la disección de una figura de poder y todos aquellos que la convierten en quien es, sino también la oportunidad de escuchar una época y ciertas voces que recrean años convulsos y apasionantes».
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Auteursrechteigenaar
Bookwire
Oorspronkelijke uitgave
2019
Jaar van uitgave
2019
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Citaten

  • Ahora todo en dedansciteerde uit4 jaar geleden
    El hombre es libre como el pájaro en la jaula, sus acciones
    están circunscritas dentro de ciertos límites.

    JOHANN CASPAR LAVATER
  • Ahora todo en dedansciteerde uit4 jaar geleden
    Nada existe semejante a una libertad irrestricta. Todo está
    sujeto a medida, y la libertad puede no consistir en otra cosa
    que en el sentimiento de la propia posesión dentro de un orden
    establecido. Las reglas del ajedrez no oprimen al jugador, le
    trazan una zona de libertad en donde su ingenio se puede
    desenvolver hasta lo infinito.

    JOSÉ GOROSTIZA
  • Nadia Contrerasciteerde uit4 jaar geleden
    Nunca sentí más lento un automóvil, ni más absurdas las reglas de tránsito que todos siguen al pie de la letra. Un tranvía por poco me abolla el coche al cruzar el puente del río. ¿Qué fue lo que sucedió? Tendría que ver con su actividad política, no con su soledad. No era un hombre para suicidarse por soledad. Algo terrible debió de haber pasado. Me fui directamente a su cabaña. Allá estaba Pavla, su hemana y Josef. No sabía exactamente cuál era la situación. Cuando llegué, Pavla me esperaba afuera en el jardín. Allí me mostró la carta que había dejado Milan:

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