Por lo menos debe conducir a pensar que no es lícito solicitar a ese pasado aquello de lo que carece por razones obvias: un proyecto nacional perfilado, partidos estructurados y distintos, corrección administrativa y planes de justicia social, por ejemplo. En consecuencia, en lugar de plantarse en las explicaciones más abundantes y establecidas, debe extrañar que se hable sin vacilación de la existencia de dos oligarquías, que se anhele un duradero régimen civil, se lamente el irrespeto de las instituciones y la proliferación de guerras domésticas en tal escena. Más aún cuando lo áspero del ambiente conduce a abultar la aritmética de los caudillos y a subestimar las faenas del espíritu. Los problemas y los protagonistas son los que tienen que ser.