El poder encanta y la antropología no ha sido inmune a sus efectos cautivantes. A lo largo de su historia esta disciplina ha brindado relatos pormenorizados de las múltiples expresiones del poder en diferentes sociedades y culturas. Pero muchas veces ha quedado atrapada en visiones esquemáticas, como si entre los todopoderosos y los desposeídos, entre el Estado –como encarnación de las instituciones políticas modernas y la dominación— y las comunidades –como encarnación de las tradiciones, los valores morales y la lógica alternativa de la resistencia–, no hubiera zonas grises, contradicciones, sorpresas.
El punto de partida de este libro es la convicción de que la antropología puede ayudarnos a repensar la vida política actual de una manera renovada, renunciando a las visiones idealizadas del poder. Para eso, los autores retoman conceptos y aportes centrales de Gilles Deleuze, Felix Guattari y Pierre Clastres, así como de Jacques Rancière, pero sobre todo se apoyan en su propio trabajo etnográfico en la Asamblea Nacional francesa, en la Organización Mundial del Comercio o en el Ejército argentino. Así demuestran, por ejemplo, que quienes ocupan espacios de poder, como los funcionarios de los organismos internacionales, a veces están inhabilitados para tomar decisiones, restringidos por un sistema férreo de diplomática vigilancia, y, en el otro extremo, quienes presuntamente representan una posición subalterna, como las mujeres dentro del ejército, con frecuencia están muy lejos de identificarse con esas posiciones o de actuar como víctimas pasivas.
Discusión teórica y hallazgos empíricos se conjugan en un libro original, que apuesta al potencial del trabajo etnográfico para revisitar las nociones de Estado, dominación, legitimidad, subordinación y agencia. Y para sentar bases sólidas que permitan comprender cómo circula el poder, cómo se gestiona y se pone en escena, cómo se escurre o se afirma en las sociedades actuales.